
Una muestra itinerante resalta la importancia de las refriegas de la localidad en la II Guerra carlista
Entre mediados de febrero y finales de abril de 1874 las marismas del Barbadun, en Muskiz, y los cercanos montes de Abanto-Zierbena fueron escenario de uno de los episodios bélicos más significativos de la segunda guerra carlista en tierra vasca: la batalla de Somorrostro; una ofensiva en la que tomaron parte cerca de 50.000 hombres, de los que alrededor de 8.000 resultaron heridos o muertos, y cuya importancia estratégica para el avance hacia la sitiada villa de Bilbao hizo que el mismísimo presidente del gobierno republicano, Francisco Serrano, asumiera el mando de las tropas liberales tras el fallido intento del general Domingo Moriones de tomar al asalto el monte Montaño el 21 de febrero.
"Los combates tuvieron gran importancia porque ocuparon el paso obligado de los liberales hacia Bilbao pero, además, el episodio resultó pionero en la construcción de trincheras o en la utilización de modernos armamentos. Pero también fueron destacables en crudeza bélica y en bajas humanas. La derrota carlista significó, además, la pérdida del Fuero, dejando la tierra comunal en manos de los empresarios mineros", resume Ricardo Santamaría, director del Centro de Documentación y Divulgación Trueba, que ha promovido la labor de recuperación histórica de esta batalla en la que se registró gran cantidad de bajas.
"Estratégicamente, no supuso más que la liberación de Bilbao y que la guerra se prolongase todavía varios años más porque no consiguieron destruir al ejército carlista. Tuvieron en su mano la posibilidad de terminar la guerra pero no pudieron, o no quisieron, porque también se especula con que les dejaron marchar", apunta Jesús Arrate, un joven investigador bilbaino, autor de una exposición itinerante sobre estas hostilidades que en enero podrá contemplarse en Sopuerta y Muskiz tras haber recalado en el municipio de Abanto-Zierbena.
Trinchera carlista
"Las trincheras superpuestas fueron usadas en Cuba "
La principal línea de defensa carlista, que comenzaba en el Montaño, seguía por San Pedro y Santa Juliana y terminaba en los altos sobre el barrio de Las Cortes, no fue nunca tomada al asalto.
"Fue necesaria una sangría de hombres y material a lo largo de los meses de febrero y marzo para hacer comprender a los mandos liberales que solamente extendiendo el frente se conseguiría el desbordamiento de estas defensas. De hecho, las posiciones conquistadas por las fuerzas liberales a lo largo de esta línea no fueron significativas, ni estratégicamente importantes", rememora Arrate.
El ejército liberal, por su parte, no supo aprovechar la posibilidad de destruir el ejército carlista del Norte, ya que en esos momentos la mayor parte de batallones carlistas se encontraban en Somorrostro. "Es más, una vez rebasadas sus defensas, los batallones carlistas se retiraron hacia Durango y Balmaseda sin sufrir apenas bajas y sin perdida de material. Esto provocó que la guerra del Norte se prolongase en el tiempo y que el levantamiento del sitio no fuese decisivo para finalizar las aspiraciones del carlismo", expone Arrate a modo de conclusión.
Detectores de metal
"Los hallazgos tendrán un uso público a través de Trueba"
Biólogo de profesión y enamorado de la Historia, Jesús Arrate se ha dedicado a lo largo de todo este año a investigar junto a su equipo en diferentes archivos y ha realizado prospecciones con detectores de metales en lugares sobre los que transcurrió esta épica batalla, como Las Cortes, Montaño, Mantres, Murrieta, San Pedro o Janeo.
El resultado de estas pesquisas ha permitido realizar importantes hallazgos en diferentes archivos y se han inventariado las colecciones particulares que cuentan con material relativo a esta contienda. Por otro lado, los sondeos han sacado a la luz diverso material que incluye casquillos, puntas de bala, obuses, bayonetas, machetes y objetos personales como botones o insignias.
"Es una búsqueda dificultosa ya que hasta nuestros días ha quedado muy poco para rescatar ya que, acabada la guerra, los propios ejércitos rescataron gran parte del millón de balas de plomo y los 4.000 obuses que se usaron. Luego llegó la guerra civil y con la industrialización de la comarca se removieron muchos terrenos por lo que no es de esperar que logremos grandes hallazgos", reconoce Arrate, cuyo equipo de detección de metales cuenta con el permiso de los ayuntamientos de Muskiz y de Abanto-Zierbena.
"La utilización de los detectores de metales está regulada por una normativa que nosotros respetamos porque nuestra finalidad no es expoliar nada si no rescatar información y vestigios que se depositan en un fondo de acceso público como el CDD Trueba", indica Arrate, quien destaca que la principal virtualidad de su investigación será la "georreferencia" de todo lo encontrado "de forma que aunque se modifiquen los terrenos donde han aparecido pueda conocerse su procedencia".
La investigación continuará en los próximos meses con el objetivo de recuperar un patrimonio "material e inmaterial" de vital importancia para el conocimiento y la divulgación de un "hecho bélico que marcó decisivamente la historia de nuestro país", asevera Ricardo Santamaría; una labor que ya ha cubierto una primera etapa divulgativa con la creación de una exposición itinerante mostrada este mes en la sala Haritzalde del abantoarra, barrio de Las Carreras, y que tendrá continuidad del 7 al 9 de enero en el Auzoetxea de Sopuerta y los días 20 y 21 de enero en el Meatzari Aretoa de Muskiz.
Ambas exposiciones contarán con la participación de Jesús Arrate, el joven investigador que coincide con los historiadores en señalar que la refriega fue una de las más cruentas de la guerra. "Hemos visitado varios archivos eclesiásticos siguiendo la pista de los enterramientos de esa época tanto en Bizkaia como en Cantabria y nuestros datos nos llevan a señalar que hubo entre dos y tres mil muertos y unos 5.000 heridos".
Fuente: Deia