Cuanto hemos tenido que escuchar desgraciadamente la palabra “cazatesoros” durante los últimos tiempos. Sin embargo, estos “ladrones de la historia” han depredado el medio marino desde hace años y han hecho un daño irreparable a nuestra historia, y es que España es un caso excepcional en materia de patrimonio arqueológico submarino y como tal debería ser tratado y ocupado el asunto. Miles de sus pecios, es decir barcos que enarbolaban bandera de la corona Española en el momento del naufragio, se hundieron diseminados en los siete mares del mundo. No todas las naciones tienen ese rico pasado en patrimonio, fiel reflejo del esplendor de su cultura y hegemonía marítima, por lo que este es un debate que lógicamente debería interesar y muy mucho a España por las consecuencias y el significado que posee.
Deberíamos dejar atrás de una vez esa triste y gran verdad de que nuestro país “vive de espaldas al mar”. En muchos casos, y como nos ha mostrado recientemente el caso de Odyssey y la fragata “Mercedes”, la historia y la arqueología “aún están vivas”. La historia tiene esa capacidad de volver del pasado con toda la autenticidad que atesoran esos viejos vestigios en forma de pecios que yacen en el fondo del tiempo y de los mares, para ser actualidad y presente. Derechos, por supuesto obligaciones y jurisdicciones. Allí han estado y estarán. Miles de Naufragios de extraordinario valor científico e histórico que se desparraman entre el rosario de corrientes, derrotas y puertos que los navegantes Españoles descubrieron, construyeron y siguieron durante siglos. Oficiales, marineros y gentes de toda índole perecieron en aquellas tragedias dando su vida en acto de servicio, en otros casos por la esperanza de conseguir una vida mejor, y que tras la tragedia del naufragio, reposan desde hace siglos en los fondos marinos, entre el silencio y el frío; como ya en su época daba cuenta Lope de Vega.
Por el Océano, pues
de Poniente caminaba
cuando una tormenta fiera
mi seso y nave arrebata
Y del momento del naufragio al lecho marino, y dependiendo de la latitud, a mayor o menor profundidad. Al silencio y la quietud, hasta que llegaron los cazatesoros para buscarlos, localizarlos y expoliarlos por intereses exclusivamente mercantilistas y económicos a lo largo y ancho de todo el mundo. Esa ha sido la gran lacra que ha tenido que soportar la ciencia y los intereses Españoles. Así tuvimos la oportunidad hace unos años de reflejar esta reprochable e innombrable “cacería” de la historia en “El problema de los cazatesoros sobre los pecios de pabellón español en el mundo. Historia de un expolio”. Una triste historia ante la cual nuestra historia ha sido la gran víctima y “diana de estos piratas a lo largo de los años”.
Hasta principios del siglo XX, ese “mar de pecios” estaban protegidos para la ciencia y para la humanidad, por los sedimentos y la inaccesibilidad de los lugares en los que se encontraban, tal y como ilustra muy acertadamente la UNESCO con su definición de “cápsulas del tiempo”. El espíritu de esta convención se alía con los intereses hispanos y de la cooperación científica entre países, latinoamericanos, filipinos, australianos, etc. Donde se trata de dar “luz” y poner en común, para sus ciudadanos y el mundo, lo que unos pocos y de manera completamente privada y “secreta”, disfrutan para sus colecciones particulares o el mercado negro. Se trata de un intento general e internacional de poner freno a la actividad de los cazatesoros; es en esta misma casa donde nos encontramos con una magnífica descripción que de manera sencilla y rotunda que los define como los “ladrones de la historia”. Es así de simple, en cada una de sus actuaciones que denominan “rescates”, destruyen uno tras otro los principios de la arqueología de documentación, investigación y conservación. En el caso de los pecios de la corona Española son unos abusivos ladrones que llevan siglos robando y destruyendo nuestro pasado de manera sistemática. Nuestra cultura ha sido la principal meta de los cazatesoros por una simple razón, nuestros barcos en sus bodegas transportaron durante siglos cantidades ingentes de oro y de plata. Principal motivo de atracción de estos depredadores, la codicia que el oro aún sigue arrastrando a pesar del paso del tiempo. Es una lectura que deberíamos tener muy en cuenta desde España por diversas razones, su burda actuación (en ocasiones les ha llevado incluso a dinamitar las bodegas de los pecios con tal de llegar directamente a la masa de metales preciosos de forma rápida) les lleva a destruir y contaminar para siempre el yacimiento arqueológico; complejos sistemas de arquitectura naval que reflejaban lo mejor de la ingeniería, la intelectualidad y el I+d+i de un pasado histórico que emergía de las arcas de las monarquía hispánicas y del entorno Europeo, tal y como no recuerda Filipo de Castro, arqueólogo e historiador del INA de Texas relata con amor y pasión cada vez que puede la complejidad tecnológica de estas naves hispanas. “Los barcos Españoles eran las máquinas más sofisticadas de su tiempo”.
Y estas máquinas tan sofisticadas eran el reflejo de una sociedad, una historia, una tecnología, una forma de concebir el mundo que a día de hoy, en muchos casos, desconocemos por completo para la arqueología. El problema es el siguiente; mientras son contadas las excavaciones arqueológicas sistemáticas (incluidas su publicación y difusión) que se han realizado en el mundo sobre galeones de esta época, (de hecho se pueden contar con los “dedos literalmente de una mano” y siempre bajo la dirección y responsabilidad de equipos extranjeros, como son el en caso de; los suecos Vassa, el reciente Mars con sus espectaculares resultados o el Kronan , este último recientemente estudiado por Lars Einarsson por la importancia que tiene para relatar la historia naval de su pais, o la investigación arqueológica que permitió conocer mejor a los arqueólogos británicos el diseño y la construcción naval de la Inglaterra de la época Tudor, -rivales hegemónicos de la mar por aquel entonces con el Reino de España- con la intervención sobre otro barco señero para su país, la nave de Enrique VIII, el “Mary Rose” , que ahora se impulsa como museo marítimo en un país de importante tradición marina como es Inglaterra) , nos encontramos por otro lado, con la destrucción sistemática de yacimientos arqueológicos por parte de estos “piratas del siglo XX”, en los lugares más insospechados del mundo donde suelen llegar siempre antes que los arqueólogos. Precisamente este domingo nos levantábamos con una noticia muy recurrente. La Guardia Civil comunicaba la posible existencia de un galeón desconocido para las autoridades y en proceso de expolio en nuestras costas. Desgraciadamente es muy normal asistir a este triste espectáculo, el del arqueólogo atónito por la joya histórica que contempla bajo las aguas, mancillado por la acción vil de los piratas de la mar. Ocurre en multitud de ocasiones, y si no que se lo digan a Carlos León Amores, al excavar en Nuestra Señora del Guadalupe en la República Dominicana. Antes de sumergirse con el método científico en su área de trabajo, se encontró con el “patatal” que la compañía de cazatesoros había dejado en aquel vestigio histórico al agujerear aquí y allá la superficie del pecio en busca de “cualquier cosa vendible” .Aquel pecio estaba ya destruido irremediablemente para la historia.
Los resultados de esta acción tan dañina para la arqueología y la Ciencia son de dimensiones terribles. Siempre y desde hace decenios, han puesto en evidencia a nuestro país por la impunidad con la que han trabajado, la forma, su difusión y en el tiempo en el que lo han hecho. En definitiva, allá donde sabían de la existencia de oro, allí siempre han estado ellos. Ante esto cabría preguntarnos ¿Por qué es así?, y ¿Por qué los responsables de los gobiernos (y principalmente el de España por ser su legado cultural) no hemos impuesto su hegemonía sobre estos intereses culturales desde hace decenios?, ¿Por qué hasta el momento no se ha dado ejemplo a estos cazatesoros excavando científicamente y difuniendo los resultados de investigación a nivel mundial sobre estos estos navíos?, ¿Por qué la actuación ilícita de los cazatesoros ha estado impune para la justicia durante tantos años?. El caso es que pocos conocemos fruto de excavaciones de estos galeones de las monarquías hispánicas. Si sabemos sin embargo que estos siempre han sido “la diana de los cazatesoros“ desde hace mucho tiempo. A pesar de que para la sociedad en general, la historia de los “cazatesoros” se ha conocido de forma popular a raíz del caso Odyssey, verdadero punto de inflexión sobre el asunto del expolio e incluso del descubrimiento de la arqueología subacuática de nuestro país, la triste verdad es que esta lacra, la hemos sufrido y seguimos sufriendo a día de hoy a lo ancho y largo del mundo.
La cosa ya viene de lejos. A mediados de siglo XX, en las limpias aguas de los cayos de Florida era posible ver los restos de los galeones hundidos por los temporales desde la misma superficie. Maderamen, cañones de artillería y demás historia propia de un pecio afloraba apenas unos metros por debajo. Teddy Tucker, considerado como uno de los padres de los cazatesoros, es un ejemplo de ese “sueño americano del pelotazo” a costa de los doblones y las barras de a ocho de oro Españoles. Si vivías en la Florida y tenías un equipo de buceo, explorando en tus vacaciones podías tener un golpe de suerte y hacerte simplemente millonario. No hacía otra cosa diferente que su verdadero predecesor, Asa Tift conocedor de la cantidad de naves Españolas que se hundieron en la zona de Florida y “el mayor rescatador” para ellos del siglo XIX. El señor Tift, ya en el siglo XIX hizo sencillamente de “su modus vivendi” aquello de encontrar pecios Españoles. Nutría de sustrato al sueño Americano de “robar galeones Españoles” Y si esto del Mito de los galeones cargados de oro comienza en Florida (en Tampa tienen puerto y base las más legendarias de ellas -por supuesto nuestros astutos “amigos” de Marine Odyssey Explorer-), es allí donde en nuestro subconsciente colectivo queda grabada con una imagen, la de un sonriente buceador que sostiene en sus manos las cadenas de oro más grande que uno ha podido ver en su vida, objeto de la rapiña de Mel Fischer al descubrir el Nuestra Señora de Atocha y el Santa Margarita.De nuevo dos galeones de las flotas Españolas y de nuevo ese mito del oro Español al alcance de cualquiera (su imagen de buscador de oro exitoso sirvió de inspiración para hacer incluso una película llamada “Sueño de oro, la historia de Mel Fisher”).Su saga ha dado luz a un notable merchandising sobre dicho patrimonio, donde puedes comprar monedas de plata del yacimiento, e incluso bucear en el Nuestra señora de Atocha cuando vayas por allí de vacaciones, acompañada con la bucólica estampa de una buceadora con una supuesta esmeralda en la mano. ¿Quién no conoce la extraordinaria historia de este “granjero de pollos” metido a “buscador de tesoros” en las aguas de Florida?. Del estilo eran las aventuras de otro amigo de Fisher, un tal Kip Wagner, con el cual se dibujaban los repartos de pecios Españoles sobre los que extraer oro y plata allá donde lo encontrasen. Un objetivo común era República Dominicana, sobre los llamados “bajíos de la plata” en donde ya se tenían noticas de hundimientos Españoles, pero donde Kip realmente alcanzó fama y dinero fue con los pecios Españoles de la Urca de Lima y el San Pedro de la flota de 1733. Curiosos resultan los nombres de sus compañía “Royal Eight”, en relación a los reales de a “ocho” que transportaban las bodegas de las naves Españolas, y verdaderamente significativo el nombre que escogieron para “reventar” los pecios en una peculiar nave llamada “Derelict”, ”La abandonada”. De abandono precisamente es la situación en la que todos los cazatesoros siempre han denunciado para “justificar” su acción depredadora. Abandonados, y por tantos disponibles para la ley de los marinos que dice “Es del que lo encuentra”. Y claro, de ahí a la presunción que los Estados abandonan a sus naves y por tanto ellos tienen derecho a actuar sobre los mismos. Tal es la declaración de uno de los miembros más destacados que defiende la actuación de los cazatesoros, Paul Horan, que incluso llega a ir más allá al declarar que los derechos de las mercancías se depositan aún a día de hoy sobre los herederos en vida, tendiendo derechos sobre los mismos, lo que podría volverse en perjuicio de la arqueología y la titularidad de los Estados. Tratan la mercancía de manera separada al pecio porque tan solo les interesa el metal precioso de los mismos. No ven al pecio como un conjunto arqueológico, como una historia, como un yacimiento que protege la ley…
Y de un extremo a otro del mundo, que fue por donde navegaron los pecios Españoles nos encontramos siempre con este tipo de casos, muy numerosos siempre y en casi su totalidad, anónimos, tan solo conocemos la punta del iceberg de estos expolios. Y no sólo en lejanas y exóticas aguas se llevaron a cabo actuaciones en contra de los intereses Españoles. En Irlanda, en el seno de Europa, la nave “Gerona” procedente de la “Armada Invencible“, también fue objeto de “historias de cazatesoros”.El temporal la hizo zozobrar cerca de Belfast hace siglos. Tras 6.000 horas de trabajo, se extrajeron de la misma miles de monedas de oro, cruces de Malta, una joya de la Orden de Alcántara, candelabros y cadenas de oro, etc, etc, etc. Robert Stenuit hablaba orgulloso de sus descubrimientos en programas televisivos y entrevistas allá donde se les reclamaba. El mito del galeón Español cargado de oro rebasaba fronteras hasta llegar a la misma Europa.
Era la época de oro de los cazatesoros y aquel negocio progresaba “adecuadamente”. El dinero fácil de estas “aventuras”, evoluciona a sistemas financieros más sofisticados (cotizando en bolsa entre otros) que les permiten ser más rentables, incluso utilizando la tecnología de exploración para fondos profundos (que facilita en todo momento la especulación, al tener medios de prospección submarino a profundidad del que no disponen los arqueólogos de este planeta por regla general) y así de esa manera, dar un salto cualitativo para convertirse en “Industria”. Es decir en una actividad que de pingües beneficios económicos en relación a la inversión realizada. Y en el momento en el que existe la posibilidad de dinero fácil, especulación y negocio, allá es donde comienza a fraguarse un “lobbie” de una industria que comienza incluso a presionar a “gobiernos”, normalmente de países subdesarrollados, con el fin de conseguir su fin. Expoliar, como hemos visto, ese barco de pabellón Español que siempre suele estar en sus costas de Filipinas, El Caribe, Sudamérica, Cabo Verde…
A todo esto, por aquellas fechas en España todo aquello sonaba a lejanas historias exóticas, y precisamente por ser “extrañas”, ni se las entendía, ni se conocían. De hecho y de facto se les trataba prácticamente como una “res derelictae”, como cosa abandonada. Esa ha sido la tendencia general en el siglo XX hasta la aparición del caso Odyssey. Parecía no importar aun su paradero ni su fin para nuestro gobierno, aquello eran “ruinas” que formaban parte de un imperio glorioso al cual ni tan siquiera interesaba mirar, por recelo, ignorancia, falta de medios y procedimientos. En materia de arqueología terrestre la cuestión comenzaba a regularse con la ley de patrimonio histórico de 1985, y por el caso que se ”dio” (en forma de financiación y actuación) la cuestión submarina quedaba en segundo lugar en la norma y la investigación. Sin embargo los cazatesoros no perdían ocasión. Se organizan en lobbies, y comienzan a contratar a documentalistas para que revisen de arriba a abajo los archivos Españoles y así localizar asientos que hablen de “naufragios con oro y plata”. De tal manera los archivos de Indias, Simancas o Viso del Marqués son la base de su posterior actuación delicitiva. La información sobre el paradero de estas naves hundidas era información vital para comenzar a trabajar en un barco en concreto. Basta recordar que El Archivo de Indias es la fuente más exhaustiva y completa de pecios Españoles en ultramar.43.000 legajos, 80 millones de hojas, 8000 mapas, ocho kilómetros lineales de estanterías. Así es como en nuestros archivos determinadas personas llevan trabajando para el “mejor postor” desde hace cuarenta años. Muchos de ellos se jactan de su conocimiento, una labor cargada de erudición y conocimiento que les hace, irónicamente, desconocer y olvidar que trabajan para los intereses de compañías de cazatesoros, cuyo único objeto comercial es el saqueo de patrimonio cultural subacuático. Algo completamente prohibido por la ley en los países desarrollados.
Y así nos encontramos, mientras se reclama una atención especial a estas naves, los cazatesoros siguen a lo suyo. Siempre la astucia ha formado parte del ADN de estos piratas. Por contra, el desconocimiento y la desorientación de los que estaban llamados a tutelarla siempre se tornó en preocupante. Mientras los cazatesoros conocían muchos de nuestros naufragios desde hace años y a pesar de la importancia del asunto, en España aún no disponíamos de un listado completo y detallado de nuestros pecios en aguas de todo el mundo. Y así no sólo en nuestros archivos trabajan impunemente los cazatesoros durante mucho tiempo. Los cazatesoros necesitaban de estos documentos. El inicio del expolio de estos barcos requiere de ese legajo que garantice su autenticidad. Sin su participación no era posible su posterior localización y lo más importante, su veracidad. Para ellos siempre ha sido un juego de niños, junto a la moneda de plata o de oro te entregan, a cambio de los dólares de rigor, un pergamino con la historia del naufragio, que casualmente era la extraída del archivo Español de turno. Así de sencillo. Así lo hizo Jerry Murphy, con la fragata de la época de Carlos III “El cazador“, para el cual era muy importante conocer la historia que rodeaba a aquel pecio encontrado de manera casual por este pescador de gambas en el Missisippi. Llegaron, lo rescatan, le dan difusión y lo disponen a la venta por los canales más directos, incluyendo e-bay. Y así mientras las monedas de la carga se venden por internet y coleccionistas particulares, nadie reclamó por parte de las autoridades su soberanía. Eran cosas del directo. Nunca sabremos cuantos pecios han sido destruidos así, sólo que nos llevan 30 años de ventaja y que para los cazaterosos la investigación archivistica es de una importancia vital para iniciar su actividad expoliadora. Y así de este modo, en esta cuestión tan controvertida de un mal uso de una información existente en nuestros archivos, ¿Cuantos pecios hemos perdido por la acción de estas informaciones provistas de dolo que le ponen en bandeja la localización y la carga de oro y de plata al cazatesoros?, ¿se puede acceder a una información consciente de que van a ser utilizados para destruir patrimonio Estatal?. También lo debería haber sido para los responsables administrativos de patrimonio. En relación a esta cuestión, especialmente y con detallado acierto son la propuesta de un lado de D. José María Lancho, abogado y especialista en patrimonio cultural subacuático, y de la RAH, a este propósito. El primero escenifica la necesidad de luchar contra los cazatesoros desde el derecho y en los tribunales para impedirles trabajar en cualquier lugar del mundo, impedidos por su propia naturaleza de un objeto de negocio que para las culturas desarrolladas es del todo ilícito, ya sea en el mar o en los archivos. Se trata de marcarlos expresamente “como empresas cazaterosos” que realizan actividades penadas por ley. De decir las cosas claras por su nombre. Si la ley prohíbe comerciar con patrimonio común de todos los ciudadanos y los países. Es una actuación ilegal-. En segundo lugar, y muy recientemente, el Viernes pasado, la Real Academia de la historia (RAH) de la mano de Hugo O´Donell volvía a poner “los puntos sobre las ies” respecto a un tema tan importante, como es el de imponer una “hegemonía” científica sobre una cultura de ultramar clave en la historia de España; como es todo o que rodea a los “pecios de época moderna” (que recordemos ya criticó hace años (sobre la desidia y el abandono que sufrían) mediante su “Informe sobre la situación de la arqueología submarina en España“. Desde la RAH se volvía a incidir en una cuestión bien sencilla y de sentido común, poner en el ojo de mira al “galeón”, mediante la protección e intervención de manera global sobre los mismos. Tras el caso Odyssey ocurrido en el 2007, era una oportunidad. Tampoco podemos olvidar que en este caso judicial, la documentación e informes procedentes del Museo Naval de Madrid (uno de los espacios más importantes del mundo en cuetión de la memoria y el pasado marítimo Español y Europeo) , y de la pericia de los estudios de la época de Hugo O´Donell, fueron claves en materia cooperativa, en la batalla legal para recuperar la carga de “La Mercedes“. Como decíamos al principio, la historia esta viva y vuelve, tras siglos de espera, al presente. Desde la Real Academia de la historia se deja bien clara su participación. El caso es que el revulsivo de la acción contra los saqueadores de “La Mercedes”, parece que han hecho cambiar algunos vientos en esto del patrimonio cultural subacuatico. Ya nos encontramos con sectores que reclaman organización frente a incuria (con esas palabras se refirió exactamente en su momento la representante de la comisión del Cultura del Parlamento Español en el diario de sesiones del mismo). En algunos casos, aún tenemos pendiente esta tarea, y fruto de esta situación también fue la elaboración del denominado “Libro Verde” por parte del Ministerio de Cultura para velar de una vez por todas sobre nuestro patrimonio cultural subacuatico. Magníficas intenciones sobre el patrimonio cultural que se estrellan en una época de crisis económica que impide llevar a cabo políticas culturales, que desde hace decenios tendría que haber tenido al pecio como principal protagonista. Curiosamente, precisamente es en esta materia donde somos una importante potencia mundial completamente desconocida. Había y hay que estar a la altura del reto. Y es así, que cuando en las aguas del mundo, tras 60 años de expolios anónimos, se agotaron los pecios localizados en aguas poco profundas, tocaba venir a aguas Españolas, donde aún se encontraban intactos por desconocer su paradero muchos de estos pecios de las flotas de Indias. Y es lo que hicieron, una vez expoliados los pecios de las aguas de medio mundo, tocaba venir a uno de los “caladeros” más importantes del en galeones repleto de oro y plata. Nada más y nada menos que las Costas Españolas…
Y así fue. Los pecios de la corona Española han sido la principal diana de los cazatesoros a lo largo de la historia. Las fabulosas leyendas de oro y joyas sobre naufragios Españoles espoleaban su imaginación y obstinación por conseguir expoliarlos como fuese y donde se encontrasen. Así fueron acudiendo a los lugares más recónditos del mundo, allá donde antaño tenía lugar el naufragio, agotando así muchos de los pecios localizados en las aguas superficiales, las más visibles y fáciles a la hora de expoliar sin recurrir a importantes inversiones en barcos y equipos. Y claro, tras expoliar “galeones” por todo el mundo, en el inconsciente imaginario de estos “ladrones de la historia”, las aguas Españolas eran y son el “dorado”. La meta de todas las flotas que la Corona mandaba fletar y transportar. Toda una oportunidad para estos piratas, ya que la arqueología submarina en España, en contra de algunos países Europeos, se encontraba por desarrollar y por tanto a priori parecía fácil infiltrarse en nuestro país mediante el sencillo subterfugio de realizar “operaciones sobre el patrimonio”. En términos Castellanos, por estos lares confundíamos arqueología con “cazar tesoros”, fruto sin lugar a dudas de esa inercia histórica de “vivir de espaldas al mar”. La disciplina de la arqueología náutica, aún embrionaria en los años sesenta y ochenta, no contaba ni con competencias, ni medios, ni financiación, ni antecedentes históricos y arqueológicos en los que impulsarse, situarse y disponerse como ejemplo internacional en el contexto de investigación y docencia. El desconocimiento de la materia esbozaba un horizonte de confusión y pareciese de impunidad con estos “ladrones de la historia”. Un atraso en la materia que nos llevaba a situaciones difíciles de imaginar y catalogar, diriase casi surrealistas como veremos, ya que en nuestro país se galardonaba y se otorgaban permisos a reconocidos “rescatadores”. Estos simplemente se hacían pasar por arqueólogos o aventureros, y sin saber, ni imaginar como, ni porque, se terminaba otorgando “licencia y permisos” para rastrear los lugares más míticos de nuestras aguas de “forma legal”. Al más puro estilo “Bienvenido Mr. Marshall”, en un país tan necesitado de tecnología aplicada, aplaudíamos y concedíamos todo tipo de actuaciones a aquello que oliese a innovación y exploración…
Y así nos encontramos con una retahíla de “inquietos aventureros” que van desfilando por nuestras costas. Míticos eran aquellos buscadores de oro, que atraídos por las leyendas que circundaban a la cuestión de los “tesoros de Rande”, episodio sobre el cual Yago Abilleira Crespo (en su ameno y completísimo, ”Galeones de Vigo”) nos narra a las mil maravillas la diferencia entre el mito y realidad, los datos históricos e incluso el esperpentico listado de permisos a “buhoneros” que buscaban oro y que nunca hicieron arqueología en aquellas aguas. Y fue precisamente en Rande donde Stenuit estuvo mucho tiempo trabajando para encontrar tan míticos naufragios. ”¿Qué quedaría de todos sus viajes a la España profunda de 1954 a 1958?, ¿Qué de las aventuras en un fondo marino de la bahía de Rande lleno de limos, en donde soñaba se encontrasen aquellos navíos?. Lo que quedaba claro es que pasase lo que pasase, podían ir ría arriba, ría abajo, con sus equipos de buzos y sus embarcaciones, sumergirse una y mil veces, sin que nadie les pusiera un pero. Aquello era “ir de aventuras” en busca de naufragios” y no pasaba nada. Tenían todos los parabienes del mundo.
Pero la cosa iba mucho mas allá. Era tal nuestro desconocimiento sobre la cuestión, que se dignificaba, premiando y reconociendo en publico la labor de estos “cazatesoros”. Y así lo hacemos nada más y nada menos con el que posiblemente sea uno de los mayores cazatesoros de la historia; Bob Marx. “The treasure man”. Un “fornido aventurero y buceador” que sencillamente ha dedicado toda su vida a estudiar y “explorar apasionadamente pecios” (entre los que se incluyen algunos Españoles como son el San Agustin, ” El Nuestra Señora de Las Maravillas” y los “galeones de Manila“), deleitarse sonriente con oro español e incluso hacer guías de como es posible encontrar y “cazar” un tesoro para todo aquel que se atreva a singular aventura. Por tales méritos y en reconocimiento a su curriculum, se le reconoce un 24 de Enero de 1963 su “hispana y esforzada” labor, otorgándole la medalla de Isabel La Católica; posiblemente uno de los mayores reconocimientos civiles al servicio de España. Esta es la realidad de la situación, nuestra ignorancia en la materia llegaba a tal extremo que prácticamente era de tebeo. Con el tiempo muchos pensábamos como ocurrió, y porqué ha ocurrido esto u aquello. Posiblemente El olvido del mar nos ha llevado al desconocimiento, y la ignorancia al error. Este ha sido la verdadera hoja de ruta y drama de la gestión del patrimonio cultural subacuático en España durante mucho tiempo. Con estos antecedentes no pintaba bien el futuro, en un país donde la arqueología submarina y su historia se confundía con la actuación exótica de estos aventureros. Curiosamente tampoco se ha conocido para la luz pública esta cadena de acontecimientos, honores e injustificables permisos. En este ecosistema han sido pocas, las voces, ni las demandas publicas, ni judiciales para frenar a estos míticos “hunting treasure” en su momento y en su forma. En definitiva, esto se convirtió un auténtico paraíso para los grandes cazatesoros, en donde se sentían valorados, se les otorgaban permisos, se les reconocía honoríficamente e incluso se les aclamaba socialmente, con una prensa “llena de aventuras submarinas al mas puro estilo Julio Verne”. En realidad detrás siempre de la actuación de estas empresas, estaba el inmenso daño que se hacía a nuestro patrimonio submarino Español, en muchas ocasiones existen oscuros intereses económicos y de poder muy contrarios a nuestro ordenamiento. Desde luego si alguno ha leído “La Carta Esférica” de Arturo Pérez Reverte, toda esta trama, personajes, situaciones y enredos, le sonará mucho. La cuestión de los cazatesoros, hasta los pequeños detalles ha sido así durante mucho tiempo; la sed del oro, paraísos fiscales, cazatesoros, mafias, pecios olvidados en vez de investigados, legajos históricos, naufragios, investigadores en Indias… La realidad sirve de fuente de inspiración a la literatura, como suele ocurrir con “esta maestra de vida” que es la historia. Ni más ni menos.
A partir de aquí, y con este panorama, es cuando podemos entender muchas de las cuestiones que han ocurrido con los “cazatesoros” en nuestras aguas. Los responsables administrativos, no estaban a la altura, ni al el reto que demandaba la cuestión submarina. Y este era el precio que teníamos que pagar. Una más que discutible gestión la cual, no sólo no aprovechaba ese “mar de pecios” para la historia y la ciencia en forma de descubrimiento e investigaciones notables, sino que al no ser “competitivos” y conocedores del medio, se encontraban con un hilo de situaciones paradójicas y gravosas para nuestros intereses. Era una detrás de otra, y como muestra otro triste acontecimiento. En esta ocasión nos remontamos a un presente más reciente, un episodio por conocer pero muy revelador de la cuestión submarina. De nuevo piratas en la costa Gallega. Se trata del caso del “Douro”. Un típico naufragio de la Costa Gallega. Que si vuelta de un viaje transatlántico para volver a Inglaterra desde Brasil. Que si colisiona con un vapor español a la altura de la costa de la Morte; tragedia y naufragio frente a las costas de Laxe. Junto con el barco, una considerable cantidad de monedas de oro ,plata, lingotes y diamantes brasileños, además de una remesa de 30000 libras esterlinas que el London & Brazilian Bank enviaba a su sede central en Londres. Justo lo que les interesa a los cazateroros; “Espectáculo y metales preciosos”. Y con este reclamo desembarcan en España. Y comenzaron a buscarlo con tecnología especializada, incluido minisubmarinos (se ve que para localizar los pecios, a los cazatesoros si le funciona bien la tecnología). Finalmente en 1995 se da con los restos Douro. Y entonces asistimos a lo de siempre. En lugar de comunicar su descubrimiento a las autoridades administrativas competentes, se solicita a la Capitanía de A Coruña un permiso para buscar bancos de sardina en la costa coruñesa. Finalmente, la “Internacional Marine Salvage” pide un permiso para actuar y se le concede. Parecida a la estrategia que unos años más tarde realizara Odyssey. Y tras el permiso llega inmediatamente el rescate. En cuestión de días logran recuperar del fondo marino, lingotes de oro, joyas, más de 25000 monedas (la mayoría, soberanos de oro,pero también algunas monedas portuguesas y brasileñas de los siglos XVIII y XIX) y otros objetos de valor. Una vez tuvieron el “oro” en sus bodegas, se marchan “ipso facto”de nuestras costas. Aquí en España mientras, nadie se enteró de nada. Como solía ocurrir. Vinieron, intervinieron y se fueron. No tuvimos la suerte de que la prensa diera la voz de alarma, como ocurriría unos años más tarde con el “black Sawn”.Únicamente cuando comenzaron a venderse las monedas de oro, (la mayor parte del tesoro se subastó el 21 de noviembre de 1996 en la casa Spink de Londres por unos 2,4 millones de dólares; el resto se vende a través de la página web www.shipwreckexplorer.com), se reconoce abiertamente por parte de su autor (el expolio ya estaba hecho y la carga bien lejos de aquí) el “trabajito” hecho. Que SI habían estado en aguas españolas y demás historias. Que si habían contado con permisos legales para su extracción (lo cual era cierto)- Y todo esto a pesar de arqueólogos comprometidos que habían informado del peligro del asunto en su momento (en este caso fue Miguel san Claudio, arqueólogo gallego, el que reprendió aquel expolio en su tierra). De nuevo, los cazatesoros brindarían con champán tras su victoria. Y no sería la última vez conocida. Otra victoria de ello, que bien daban la razón a este titular extraído de las declaraciones de otro amante de la historia, antes mencionado.; Yago Abilleira, desde Galicia dejaba bien claro “Han venido a reírse de nosotros“. Y así fue.
Y volverían a reírse. Facilitando y otorgando oportunidades así a los “ladrones de la historia”, el lógico y siguiente desembarco estaba cantado. Y así nos desayunamos todos aquel día de Mayo del 2007 con una foto impactante (con aquella importantisima y valiente portada de Santiago Mata en periódico de tirada Nacional) de un avión comercial en el cual una cinta transportadora cargaba cientos de “supuestas” cajas llenas de oro y de plata de un pecio desconocido Español. Aquello fue una sorpresa para algunos. Una consecuencia para otros.En todo caso, una tragicomedia que ya hacia tiempo se nos avisaba podía ocurrir, hasta tal punto, que hasta las propias personas cercanas a los “cazatesoros” lo denuncian y comunican .Sin tapujo alguno: “Las aguas andaluzas son un auténtico paraíso para el deseo de los cazatesoros“. Y así, el “investigador marítimo y cazador de galeones“, D. Claudio Bonifacio, en un conocido dominical Español nos facilita las claves y la hoja de ruta de estos cazatesoros, a los que Claudio bien conoce durante muchos años. El diario de Sevilla, en mano de su redactor Pérez Avila y en relación a una operación policial de singular importancia realizada en España, como el autor de “un excelente trabajo de historiador con unos fines ilícitos”.
La cosa estaba clara. Las empresas de “recate” del mundo planeaban llegar tarde o temprano a España. Y venían para intervenir con “papeles”, es decir con “permisos” para actuar sin problemas. Y así fue. No se equivoco demasiado. Del dicho al hecho. Marine Odyssey Explorer se planto en el 2001 frente a las aguas de Cádiz y Málaga (el llamado Mar de Alboran) para hacer lo que saben hacer, explorar pecios y a saber que mas. Aquello era inexplicable a todas luces para la comunidad internacional, para algunos profesionales y amantes del patrimonio submarino, la pregunta era bien sencilla ¿Cómo se puede permitir dar permisos a una empresa de cazatesoros en las aguas andaluzas, una de las más fértiles en restos arqueológicos del mundo?. Algunas fueron las voces que se alzaron desde un principio de manera pública y expresa. Singular y cargada de sentido eran las impactantes imágenes que Pipe Sarmiento desde su velero, y en persona, grababan y fotografiaban al buque Marine Odyssey Explorer en plena faena, navegando una y otra vez por entre las en aguas Españolas durante años. ¿Hacía falta alguna prueba más evidente que aquella?.Aquello aún sigue siendo incomprensible e injustificable para muchos. Con su ir y venir en aguas de soberanía, se legitimaba por acción u omisión a una de las empresas cazatesoros más reconocidas del mundo. ¿Cómo era posible esto?. En México, el trato recibido la misma compañía fue bien diferente, es curioso. Nada más pisar sus aguas jurisdiccionales Mexicanas, recibieron una lógica negativa de intervención desde el minuto cero. Stop cazatesoros.Así de claro lo dejaba la valiente, y sobre todo consecuente con su cargo, Doña Pilar Luna, responsable administrativa Mexicana en la materia. “Mientras yo viva, en Mexico lucharemos contra los cazatesoros”. Su testimonio es bien claro.«Hace algo más de diez años Odyssey intentó por todos sus medios, que son muchos, influir en las altas esferas de México para que se autorizase su entrada en nuestras aguas. Negarse no es tan fácil, pero mi convicción personal es, más allá de la ley, lo que ha frenado aquí a Greg Stemm. Eso sí, anduve un tiempo con la carta de renuncia a mano, en la bolsa”. Repito de nuevo, y Pilar da varias claves, “la influencia en las altas esferas”. No, no es la carta esférica de Reverte a la que antes aludíamos, aunque bien podía ser Pilar Luna una de las protagonistas de esta novela. Es simplemente valentía y pasión por el patrimonio el que demostró esta mujer. Esto freno a los cazatesoros en México. Sin lugar a dudas.
Y más casos. Nada más pisar las aguas jurisdiccionales Francesas, asistimos igualmente a una contundente y taxativa negación. En sus costas no actúan ningún tipo de cazatesoros. Incluso los helicópteros de la gendarmería francesa obligan a los cazatesoros con maniobras y mensajes contundentes, su necesaria marcha de allí. Y plegaban velas. Se iban con los bártulos a otro lado. Incomprensiblemente en nuestro país no ocurría así. Su llegada no iba más que a traer un buen número de quebraderos de cabeza y problemas a nuestro estado, a su coordinación con las comunidades autónomas, a las relaciones internacionales entre países amigos, incluso avivar la trifulca política en el parlamento Español para justificar aquella irregularidad. Con lo fácil que hubiese sido haber negado su entrada. Nuestro país proíibe por ley comerciar con patrimonio arqueológico. ¿Qué hacia esa empresa allí.?. ¿En qué se basa la actividad mercantil esta compañía?. En la extracción de patrimonio submarino para hacer negocios con el mismo. Como arqueólogos comprometidos con nuestra profesión y nuestro país, Nerea Arqueología , informa urgente y detalladamente a las administraciones competentes para impedir dicha “cacería”. Posteriormente denunciamos públicamente nuestro rechazo a dicha situación (discurría por aquel entonces el año 2004, quedando aún tres años enteros para conocer el expolio que realizaría posteriormente la Odyssey). Sabíamos que los cazatesoros venían a lo que venían
No eran los únicos. Por aquellas fechas, George Lambrick, responsable del Consejo Británico de Arqueología también lo dejaba claro, y realizo un comunicado público encabezado por su institución en el 2002. En nombre de los profesionales británicos, y perfecto ejemplo de transparencia, profesionalidad y democracia interna criticaba a su propio gobierno duramente, al aliarse en un convenio con intereses muy alejados de la arqueología y la historia. “Londres sentaba un peligroso antecedente al firmar con Odyssey” . También se expresaba en estos rotundos y claros términos Joe Flatman, del instituto de Arqueología del university College de Londres. “Los acuerdos de Gran Bretaña con Odyssey son ilegales”. Y por si no fuera poco, en los mismos términos se expresó en el Comité Internacional sobre el Patrimonio Cultural Subacuático (ICUCH) en la 13 asamblea general de ICOMOS, donde gracias a la iniciativa de estos arqueólogos , se denuncio oficialmente la situación de los cazatesoros en aguas Españolas; consiguiendo que se dictase una resolución por parte del organismo dependiente de UNESCO, al considerar que la actuación de la Odyssey “podía causar un daño irreparable y establece un inaceptable precedente”. Desde luego Lambrick era un “visionario”. Fue lo que ocurrió. A pesar de su esfuerzo y razón, tampoco se conseguirá nada. Su petición cayo en saco roto en los países responsables de impedir aquella actuación. Periodistas, ecologistas, el consejo Británico de Arqueología, arqueólogos Españoles de Nerea…Todos aquellos alzaron su voz nada más pisar Odyssey nuestras aguas. Ninguno de ellos impidió que Odyssey trabajase en aguas del Mar de Alboran. La Odyssey quedaría cinco años por aquellas aguas, “sentando peligrosos antecedentes” como decía la resolución e UNESCO. El amor por la historia y la arqueología ya había perdido definitivamente aquella batalla. Ahora era, como ocurrió en el Douro, cuestión de tiempo y que apareciese la venta del oro. Los cazatesoros siempre requieren especialmente una cosa; publicidad masiva para revalorizar el valor de lo encontrado. Y así ocurrió con aquella portada de Santiado Mata de Mayo del 2007.
El caso Odyssey realmente significo el verdadero punto de inflexión en la historia de España respecto a los cazatesoros. Hasta el mismo Stemm irónica y agudamente así lo enfatiza. Nunca dio puntada sin hilo este astuto ”hombre de negocios” guiado por su astucia, pues a pesar de todos los obstáculos que se pusieron en su camino, siempre consiguió sus objetivos. Tan solo un dato; con un solo proyecto, el del Black Sawn, fue valorado en 370 millones de euros, mucho más de lo que valía la empresa en el Nasdaq, el mercado en el que cotiza. Su descubrimiento disparó las acciones, que ese mismo día elevaron sus cotización de 4,6 dólares hasta 8,32 dólares, un 80,9% más, duplicando la capitalización bursátil de la empresa: de los 334,8 millones de dólares (248,6 millones de euros) de partida, Odyssey pasó a valer 605,7 millones de dólares (449,8 millones de euros). Ese fue el verdadero resultado de su intervención. Todo lo que vendría después cada uno podría catalogarlo como quera entenderlo. La arqueología subacuática nunca en España ha tenido para investigación in situ submarina, ni un 1% de esa financiación.Es posible que con los medios, equipos y presupuestos que tiene dicha compañía supere a buena parte de los centros de investigación del “mundo juntos”.
Para algunos, el caso y el papel que ha tenido Odyssey es lo mejor que le ha podido ocurrir a la arqueología en España par que cambie radicalmente 180 grados el rumo que marcaba. Y sin embargo, olvidamos que buena parte de los causantes de esta sensibilización han sido la labor de la prensa En pleno ejercicio democrático de información por la verdad y el interés general de todos los Españoles. Especialmente meritoria ha sido la labor de algunos de sus redactores que tanto empeño han puesto en que saliese a la “luz” parte de la verdad de este escabroso asunto de los cazatesoros. Para empezar, es posible que sin aquella portada de la Gaceta de los negocios de Mayo del 2007, nunca hubiese saltado este problema a la sociedad civil, quedándose como estaba hasta el momento, en el conocimiento anónimo de unos pocos, para terminar, y entre medias un largo periplo e años, de demandas, necesidades y futuro, el sencillo y breve artículo de Jesús Calero de hace unos meses que titulaba sencillamente “Caso Odyssey, no nos hemos conformado“. En donde la pluma de los redactores, dada la importancia del asunto, han puesto sobre la mesa la necesidad de atender y llevar a cabo de manera real y eficaz esa protección de la historia y nuestro patrimonio de forma activa, principios que a su vez entronca directamente con los principios que la UNESCO intenta imponer a nivel internacional en cuatro grandes objetivos: obligación de los Estados de preservar el patrimonio subacuático; no explotación comercial de tal patrimonio; cooperación entre los Estados con el fin de preservar el patrimonio común; y promoción de la arqueología submarina, parajes mejor conocer, explorar y preservar fabulosos tesoros del patrimonio común de la humanidad. Así de simple, así de sencillo.
Y ahí nos encontramos. Tras la esperanzadora victoria que significaba la imagen de la vuelta de las monedas de oro y plata procedente del expolio de la Mercedes, se abría una nueva puerta al futuro. Futuros y puertas aún sin esclarecer en algunos casos, como es el sorprendente y reciente giro de algunos países alineándose con la práctica de los cazatesoros. Como el caso de Colombia, (en cuyas aguas tiene una de las rutas de navegación más importantes de galeones Españoles ) que recientemente, y sin que le tiemble la voz, anuncia que apoyara la actuación de los cazatesoros, dándoles vía libre. Todo ello, contra el criterio de Unesco y el sentido común, permitiéndole trabajar con empresas de cazatesoros, y pagarles con monedas y lingotes de oro y plata si así fuese su carga. Tras esta declaración y acto seguido fue interpuesta ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (resulta paradójico esto, por ser los derechos humanos sinónimo de interés general y no particular) en Washington una denuncia de Sea Search Armada contra la República de Colombia, pidiendo que a través de esa entidad de la Organización de Estados Americanos (OEA) se obligue al gobierno de Juan Manuel Santos a cumplir los fallos judiciales que le otorgaron derechos a esa multinacional norteamericana para rescatar el oro del galeón Español San José, será seguramente en nombre “de los derechos humanos y la cultura” que encierra el vil objetivo de rescatar el oro y la plata, no la historia ni a los marinos que contiene. Ya tienen de nuevo aguas y pecios españoles que saquear, su astucia es paralela a su codicia. Que inteligente y lleno de sentido común era otra de las posturas visionarias, al mejor estilo de Lambrick, que en esta ocasión tiene como protagonista a un jurista Español; José María Lancho establece y que deja claro que hay que perseguir directamente a estas empresas cazatesoros, que en muchos casos son contadas en el mundo y “que deben ser responsables de sus actuaciones “ (a dirimir por los tribunales), ya que destrozan un yacimiento arqueológico con independencia de dónde se encuentre”. Directamente por la naturaleza de su conducta, de sus objeticos, de su naturaleza. Este tipo de noticias que albergan a intereses de cazatesoros, son sin lugar a dudas, poco halagüeñas. Máxime en una economía cada vez más globalizada y en donde se apuntan que el saqueo del patrimonio cultural podría oscilar entre los 2.000 y los 5.000 millones de euros al año. Ante la mala práctica, quizás no quepa otra cosa que el ejemplo. Y del ejemplo a la intervención directa, ya sea mediante su catalogación, su documentación, su difusión o su puesta en valor, para que ningún cazatesoros, pueda decir que es” cosa abandonada”, nuestros galeones Españoles tal y como repetía deliberadamente Hogan en un reciente debate televisivo sobre patrimonio cultural subacuático. De ahí a que la Real Academia de la Historia de España (RAH) lo deje bien claro, con su “Informe actual sobre la arqueología submarina en España”. Hay que actuar y excavar nuestro patrimonio arqueológico con criterios y finalidades históricos. El hecho que la cultura Española haya sido la principal víctima del asedio de los “ladrones de la historia”, no cabe otra que centralizar en el galeón un plan de actuación a nivel nacional centradas en el galeón, para que así, se le excluya del olvido.
“El mar es mina donde unos pocos se hacen ricos, pero infinitos hacen enterrados”, decía ese dicho anónimo del siglo XVI. Parece que curiosamente seguimos en el mismo estado de la cuestión a pesar del transcurso de los siglos y el tiempo. Drake, Hawkins, Cavendish y Raleigh tuvieron siempre a las naves de pabellón Español en su Diana. Hay cosas que no cambian en nuestro país a lo largo de nuestra historia. La cuestión de los cazatesoros no podía ser menos. Ya lo hemos traído a colación en alguna ocasión , “la historia es maestra de vida”. Lo decía un tal Cicerón. Y que razón llevaba.
Fuente: Blogs ABC