110 motivos para admirar a España: el patrimonio sumergido, una oportunidad para honrar lo mejor de nosotros mismos
Los barcos que atravesaron el Atlántico desde finales del XV llevaban mucho más que hombres de armas y pertrechos, más que mercaderías y religión. Con ellos viajaban la voluntad de romper los límites conocidos y una visión de la existencia, como bien escribiría un venezolano, Arturo Uslar Pietri, en su ensayo «La frontera española en el reino de la muerte». Desde la península ibérica partieron las naves que por primera vez circunnavegaron el mundo. España y Portugal, unidas unas veces, enfrentadas otras, pusieron las bases de un intercambio que cambiaría la historia.
Pronto, aquellos barcos se convirtieron en las máquinas más complejas, las más increíbles de la era preindustrial. En sus cubiertas dejaron de viajar solo intrépidos españoles sedientos de horizonte (y de riquezas), porque el pasaje se amplió a todo el mestizaje de la sociedad criolla. Por tanto, el tráfico de la primera navegación global es parte de todos, una historia compartida que hoy debemos reivindicar.