Especificidad

Un detector de metales es un aparato específicamente desarrollado para la localización de objetos de naturaleza metálica, hayan sido o no procesados por la mano del hombre.

A pesar de los avances técnicos en el sector y del perfeccionamiento de los mecanismos de discriminación e identificación de metales, el circuito que procesa la señal generada por un metal, sigue “viendo” los objetos localizados con “ojos electrónicos” y facilitando una información sobre el mismo que no deja de ser una aproximación mas o menos acertada. No existe por tanto ningún sistema que de forma autónoma pueda indicar distintos niveles de oxidación en un metal detectado, su forma, tamaño, o cualquier otro indicio que de forma individual o conjunta pueda indicar que se trata de un elemento moderno, antiguo o de naturaleza arqueológica o patrimonial. La posibilidad de indicar este extremo, vendrá determinada por factores externos y ajenos al propio detector. Resulta evidente que si la búsqueda se practica en una zona arqueológica, los metales que se localicen, puedan tener esta misma consideración.

Por ejemplo, si se entierran dos objetos de tamaño y composición metálica similar, uno moderno y sin ningún tipo de valor y otro antiguo con valor patrimonial, se observara que la respuesta generada por cualquier detector será idéntica para ambos.

A lo largo de la historia de la humanidad, se han manufacturado multitud de objetos fabricados con distintos materiales, de los que en la antigüedad se pueden destacar la piedra, madera, cerámica, hueso, marfil, vidrio, cuero o metal. De los materiales mencionados, solo los metálicos son susceptibles de ser localizados mediante la detección metálica, este factor tiene especial importancia ya que de tratarse de un aparato especifico para la localización de restos arqueológicos, tendría capacidad para localizar también los de naturaleza no metálica por el simple hecho de ser un bien arqueológico o patrimonial, desechando los que no reunieran estas condicionantes.

En el articulo del Sr. Ignacio Rodríguez Temiño (Jefe del Departamento de Protección del Patrimonio Histórico) titulado “El Expolio Arqueológico ocasionado por el uso de Detectores de Metales” (4) se pretende establecer dicha especificidad en base a la capacidad técnica de los detectores VLF para discriminar metales contemporáneos como el aluminio, o de los RF para localizar oquedades. Recordemos que técnicamente es imposible desechar metales como el aluminio o el níquel sin sacrificar la mayor parte de objetos de oro como alianzas, pequeñas cadenas, etc, o algunos objetos de plata, sin los que se restaría mucho atractivo a la búsqueda. Esto muestra nuevamente las limitaciones objetivas del sistema de discriminación. En relación a las capacidades de los sistemas RF (prohibidos por la FEEADA) para la localización de huecos, aclarar que el sistema no se basa en la existencia o no de una estratigrafía horizontal, sino de un cambio de densidad y composición del terreno. Realmente este tipo de localización no consiste en una función añadida y se puede considerar igualmente una desventaja para la búsqueda, pero para bien o para mal, es inherente a las características físicas del sistema de localización por Radio Frecuencia.

A mediados de la década de los 80, el arqueólogo americano David Hurst Thomas y su equipo, realizaron mas de 600 sondeos con una barrena de gasolina en las tareas de búsqueda de una misión española perdida en el Siglo XVI en la Isla de Santa Catalina, cerca de las costas de Georgia. Seria pretencioso al igual que ocurre con los detectores de metales, considerar las barrenas de gasolina especificas para la localización de restos arqueológicos por el simple hecho de que hayan podido o puedan cumplir esta función. Igualmente ocurre con las mini cámaras de televisión con las que Lerici reviso unas 3500 tumbas etruscas.